sábado, 28 de marzo de 2015

Yum Kax, el sembrador

Yum Kax, the Sower
Yum Kax, the Sower

YUM KAX, EL SEMBRADOR -ECOLECCIONES DEL SUELO-
Autor del texto e ilustraciones: Rolando Tamayo Rodríguez

Derechos Reservados © 2007, Rolando Tamayo Rodríguez.

Queda estrictamente prohibida, sin autorización escrita del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.



¿Qué es el suelo?
Una joya sobre la Tierra

Pedro era un muchacho a quien le gustaba mucho visitar las ruinas de las pirámides. Un día, motivado por la curiosidad, removió algunos escombros y encontró un pequeño colgante. Al notar su belleza y que parecía ser de oro, no resistió la tentación de guardarlo dentro de su mochila para llevárselo.

Poco tiempo después, justo cuando salía de aquel sitio, escuchó una voz que decía:

—Pedro, ¿no olvidas algo?

—¿Quién es? —exclamó Pedro, sorprendido.

—Somos Kan y Koy —se oyó al momento en que aparecían dos extraños y simpáticos personajes de baja estatura—. Formamos parte de los karakoes y somos los guardianes de Nuestra Madre Tierra.

—Yo me encargo de cuidar los suelos —dijo Kan, la víbora de cascabel.

—Y yo protejo los sitios arqueológicos —agregó Koy, el mono araña—. Por eso te invito a que devuelvas la joya que te llevas al lugar de donde la tomaste.

—Pero ¿cómo supieron, si nadie me vio? —dijo extrañado Pedro.

—Tenemos la facultad de leer los pensamientos; pero no te preocupes, sabemos que, aunque un poco rebelde, eres buena persona —contestaron los karakoes.

—¡Yo la encontré y no pienso devolverla! —enfatizó Pedro en tono retador.

Los karakoes tenían suficientes poderes para quitarle fácilmente la figurilla a Pedro, pero prefirieron convencerlo de una mejor manera. Entonces, le dijeron:

—Oye, Pedro, ¿qué te parece si devuelves el colgante a su lugar y a cambio te mostramos un tesoro mucho más grande y valioso?

Al escuchar esto, Pedro pensó: “No creo que haya nada mejor por aquí”, y confiado, aceptó:

—Está bien, sólo si me enseñan dónde hay un tesoro más grande, regresaré la joya.

Entonces, los karakoes le dijeron que antes era necesario conocer bien a Lu’um, el suelo o tierra, ¡pues ahí se encuentran grandes tesoros ocultos!

—La palabra “suelo” proviene del latín solum, que significa piso o terreno —comenzó a explicar Kan—. Lu’um, el suelo, es la cubierta superficial de la Tierra, compuesta por partículas sueltas de materia orgánica e inorgánica (parte sólida), agua (parte líquida) y aire (parte gaseosa).

—¿El suelo también tiene agua y aire? —preguntó extrañado Pedro.

—Así es —afirmó Kan—. Un suelo fértil, que es donde puede crecer la mayoría de las plantas, está compuesto por 25% de agua, 25% de aire, 5% de materia orgánica y 45% de materia inorgánica.

—¿Podrías explicarme cómo son estos componentes? —solicitó Pedro.

—¡Claro! —dijo Kan—. La materia orgánica del suelo, como el humus o tierra orgánica, proviene de los residuos de plantas y animales. El humus es materia orgánica descompuesta, o sea, cualquier sustancia vegetal o animal muerta que ha sido transformada por los organismos del suelo. Por ejemplo, cuando cae una hoja o muere un animal, muchos organismos que viven en el suelo, como hongos y bacterias, se alimentan de ella y la convierten en humus, el cual tiene color oscuro y olor a tierra húmeda muy agradable.

—Pero en el suelo también hay materia orgánica que todavía no es humus, como hojas a medio descomponer, restos de insectos o estiércol recién incorporado —agregó Koy.

—La materia inorgánica o mineral del suelo está compuesta por fragmentos de roca que pueden ser de muchos tamaños: desde bloques de varios metros de diámetro hasta partículas microscópicas de polvo —continuó Kan—. Los principales elementos químicos que componen estas partículas son oxígeno, silicio, aluminio, hierro, calcio, sodio, potasio y magnesio.

—¿Y dónde están el agua y el aire del suelo? —preguntó Pedro.

—Entre las partículas sólidas del suelo hay millones de espacios o poros que son ocupados por el aire y el agua —aclaró Kan—. Cuando la tierra está seca, el aire ocupa estos poros; pero cuando llueve, el agua se introduce en ellos y desplaza al aire. Una vez que las raíces de las plantas absorben el agua o ésta se filtra a otros lugares del interior del suelo, el aire ocupa nuevamente esos espacios.

—Ya que me explicaron qué es Lu’um, el suelo, —dijo Pedro, impaciente— ¡vamos a buscar el tesoro!



¿Dónde está el suelo?
Bajo tus pies…

Los karakoes, seguidos por Pedro, se dirigieron hacia una pequeña parcela. Entonces, Kan dijo:

—Para encontrar ese valioso tesoro, será mejor que nos ayude alguien que conoce muy bien los suelos de la Tierra.

Luego, se quitó su gorro-cascabel y de él extrajo unos cuantos granos de ixim (se pronuncia ishim), el maíz, que colocó en los surcos de la tierra. Después, los regó con un poco de agua que brotó también de su gorro-cascabel.

En un instante comenzó a germinar una gran planta y, dentro de ella, como por arte de magia, surgió un ser que llevaba en la mano una coa, o bastón sembrador, y una mazorca de maíz sobre la cabeza. ¡Era Yum Kax (se pronuncia Yum Kash), el señor de los bosques!

—Hola, amigos —dijo Yum Kax—, veo que los acompaña alguien que no ha encontrado el tesoro que hay bajo sus pies… ¡Vamos a ayudarlo!

”Nuestro planeta está cubierto por una capa de roca llamada litosfera (del griego lithos, piedra, y sphaira, esfera). En la parte superior de la litosfera se encuentra la corteza terrestre, que está integrada por continentes, islas y fondos marinos. La corteza terrestre tiene un grosor de aproximadamente 8 kilómetros, cuando está debajo de los mares (corteza oceánica o capa basáltica), hasta 80 kilómetros en los continentes y debajo de las montañas más altas (corteza continental o capa granítica)”.

—Si consideramos que el diámetro de la Tierra en el ecuador, su parte más ancha, es de 12,756 kilómetros, al comparar en escala su grosor, la corteza terrestre es tan delgada como el cascarón de un huevo —ilustró Koy.

—Pues bien, Lu’um, el suelo (capa sedimentaria) se encuentra distribuido sobre la superficie de la corteza terrestre —aclaró Kan.

—¿Recuerdas que la materia inorgánica del suelo está formada por fragmentos de roca de muchos tamaños? —comentó Yum Kax—. Esta variación de tamaños es muy importante ya que, excluyendo a las partículas mayores, como piedras y gravas, las partículas menores (o tierra fina) sirven como depósito de nutrientes y determinan, en gran medida, la capacidad del suelo para almacenar agua.

”Según el tamaño de las partículas del suelo podemos saber si está hecho de arena, limo o arcilla:
  • La arena son partículas de roca de .02 a 2 milímetros de diámetro, que podemos apreciar a simple vista.
  • El limo está formado por partículas de tamaño intermedio entre la arena y la arcilla: de .02 a .002 milímetros.
  • La arcilla, también conocida como barro, posee las partículas más pequeñas, menores a .002 milímetros.

—La mezcla de arena, limo y arcilla determina la textura del suelo —aclaró Kan—. Según la proporción de arena, limo o arcilla que tenga un terreno, los suelos se llamarán sueltos, fuertes o francos. Los suelos sueltos (o ligeros) tienen más arena o limo que arcilla. Los suelos fuertes (o pesados) tienen mayor cantidad de arcilla. Los suelos francos son los intermedios entre los sueltos y los fuertes”.

—¿Y cómo los reconozco? —preguntó Pedro.

—Los suelos con textura arenosa son fáciles de labrar (trabajar la tierra), pero no conservan bien la humedad y contienen pocos nutrientes —describió Yum Kax—. Son granulosos, rasposos, se desbaratan fácilmente y no son pegajosos cuando se mojan. La arena de las playas o los desiertos son suelos arenosos.

”Los suelos con textura limosa retienen la humedad por mucho tiempo; cuando llueve, forman una capa impermeable que no deja filtrar el agua y provoca que a muchas plantas se les pudran las raíces. Cuando están secos son suaves como la harina y cuando están húmedos se sienten pastosos, como el jabón o la mantequilla, y no son pegajosos. Algunos suelos limosos están cerca de las orillas de los ríos o en ambientes marinos.

”Los suelos con textura arcillosa contienen mucha materia orgánica, pero cuando llueve absorben mucha agua, se sienten pegajosos y se encharcan fácilmente; cuando están secos se agrietan, son duros y difíciles de labrar. El fango (lodo espeso) es un ejemplo de suelo arcilloso.

”Los suelos con textura mediana o francos, tienen arena y arcilla en cantidades similares. Son mejores para los cultivos porque tienen las ventajas de la arena (no se encharcan y son fáciles de labrar) y de la arcilla (retienen la humedad y son ricos en nutrientes). Al moldearlos con la mano se sienten suaves como migajón de pan. Los suelos francos se ubican en muchos valles (terreno plano entre montañas) y bosques de pinos”.

—También existe el suelo turboso o turbera, que es una mezcla de tierra con muchas plantas podridas; es muy húmedo, esponjoso y rico en materia orgánica. Las turberas están en terrenos bajos con aguas estancadas —agregó Koy.

—La textura del suelo está relacionada con la fertilidad —dijo Kan—. El tamaño de las partículas del suelo sirve como una red que atrapa el agua y el alimento de las plantas. Entre más pequeñas sean las partículas, como en las arcillas, retienen más nutrientes y agua. Pero también debe haber partículas grandes, como arenas y limos, para que el agua y el aire puedan circular dentro del suelo.

—Ya ha pasado mucho tiempo y aún no he visto nada —protestó Pedro.

—Calma, Pedro —dijo Kan—. Sólo es cuestión de paciencia para que descubras el gran tesoro que hay en el suelo.

—¡Bah! —replicó Pedro—. ¡Si no estuviera el suelo, ya lo habríamos encontrado!, ¿por qué existe el suelo?



¿De dónde viene el suelo?
Sólo piedras

—Hace millones de años, Lu’um, el suelo, no estaba sobre nuestro planeta —explicó Yum Kax—. La superficie de la Tierra estaba formada por piedras. A través del tiempo, la acción del agua, el aire y el calor fueron fragmentando estas piedras en porciones cada vez más pequeñas hasta deshacerlas y convertirlas en la tierra fina que conocemos como suelo.

Por momentos, Pedro se distraía para pensar dónde encontraría ese gran tesoro. Al verlo, Kan le contó algo interesante:

—¿Sabías que, aunque parece inmóvil, el suelo donde estamos parados se mueve varios centímetros cada año? Las inmensas placas que forman la corteza terrestre se desplazan continuamente y chocan entre sí, causando levantamientos, hundimientos, terremotos o erupciones volcánicas que modifican el relieve de la Tierra y forman montañas y mares.

Entonces, Pedro quiso explorar un monte cercano y, durante el trayecto, Yum Kax continuó su explicación:

—En la formación del suelo intervienen varios factores: la roca madre, el clima, los organismos, el relieve y el tiempo:
  • Roca madre. Es la superficie de la corteza terrestre que no ha sido modificada por la acción de los organismos.
  • Clima. Es el conjunto de fenómenos como temperatura, lluvias, nubosidad, viento o incidencia de rayos solares que caracteriza a cada región de la Tierra.
  • Organismos. Son los seres vivos que habitan en la superficie del suelo o dentro de él, como pastos, árboles, hongos, algas, insectos, lombrices, topos y demás.
  • Relieve o topografía. Es el conjunto de elevaciones y hundimientos en la superficie del terreno: cumbres, valles o barrancas.
  • Tiempo. Durante miles de años, la roca se va desmoronando hasta formar partículas cada vez más pequeñas: primero, arenas; luego, limos; y, por último, arcillas. Después, las arcillas se compactan y se convierten otra vez en roca para iniciar un nuevo ciclo.

—Yum Kax, ¿podrías decirme cómo se forma el suelo, para enseñarles a mis compañeros de la escuela? —solicitó Pedro.

—Por supuesto —dijo Yum Kax—. Pon mucha atención:

La formación del suelo (o edafogénesis) se desarrolla a través de tres fases:
  • Primera fase. Cuando el agua de lluvia o de las corrientes superficiales se infiltra en la roca madre, la revienta y produce una capa de fragmentos rocosos llamada regolito.
  • Segunda fase. Entre las grietas del regolito penetran muchos microorganismos que forman una capa de desechos orgánicos parcialmente descompuestos llamada suelo esquelético, donde pueden nacer hierbas y pequeños arbustos.
  • Tercera fase. Las tierras más finas y el agua continúan infiltrándose entre los fragmentos rocosos y los empujan hacia la superficie. Después de miles de años de intercambio continuo entre las distintas capas, el suelo esquelético se convierte en suelo evolucionado, donde pueden crecer árboles más grandes.

—¿Qué les parece si excavamos el suelo para que Pedro pueda conocerlo a profundidad? —propuso Yum Kax.

—Buena idea —dijeron todos al unísono. Y Pedro agregó, entusiasmado:

—¡Seguramente habrá muchos tesoros debajo de la tierra!

Yum Kax comenzó a picar varias veces el suelo con su coa, y de esos pequeños agujeros emergieron picos y palas para todos.

—Hagamos un corte de aproximadamente dos metros de hondo para ver el perfil del suelo, que va desde la parte más superficial hasta la más profunda, donde está la roca madre —indicó Yum Kax.

Al escarbar, Pedro notó que en el perfil del suelo había capas de distintos colores, con partículas de tierra y piedras de muchos tamaños.

—A estas franjas se les llama horizontes —explicó Yum Kax— y nos muestran los procesos de formación del suelo, o sea, su edad:
  • El horizonte O es la capa superficial, compuesta por humus y hojas secas.
  • El horizonte A es la porción de tierra cultivable, formada por humus, organismos vivos y minerales.
  • El horizonte B corresponde al subsuelo, donde se acumulan minerales y la arcilla que proviene de la capa superior (horizonte A).
  • El horizonte C está formado por fragmentos rocosos que provienen de la roca madre.
  • El horizonte R es el más profundo, donde se encuentra la roca madre que origina todos los suelos.

—¿Por qué hay suelos de varios colores? —preguntó Pedro.

—Porque tienen diferentes cantidades de minerales y materia orgánica —contestó Yum Kax—. Normalmente, los suelos oscuros son más fértiles que los claros. Los suelos negros tienen mucho humus, o también humedad excesiva. Los suelos con óxidos de hierro son rojizos si están bien aireados, o amarillentos si tienen aireación regular. Los suelos de color gris poseen poco oxígeno o hierro, o mucho calcio.

—Recuerda, cada región de nuestro planeta tiene suelos diferentes según el tipo de roca de donde surgió y los factores que lo han modificado —agregó Koy.

Al terminar esta ecolección, Pedro continuó cavando durante largo rato pero, al no hallar lo que deseaba, refunfuñó:
—Tanto escarbar para no encontrar ningún tesoro, ¡sólo piedras que no sirven para nada!



¿Para qué nos sirve el suelo?
La siembra de conciencia

—A pesar de ser una cubierta muy delgada, Lu’um, el suelo, es esencial para la vida en tierra firme —dijo Yum Kax—. Es el medio donde nacen y crecen las plantas, se sostienen con sus raíces y toman agua y alimento. Si no existiera el suelo, tampoco habría plantas y, sin ellas, ni nosotros ni el resto de los animales podríamos vivir.

Lu’um, el suelo, es un ambiente vivo: se estima que en un metro cúbico de suelo fértil hay cerca de mil millones de organismos. Muchos animalitos como lombrices, cochinillas, escarabajos, hormigas, topos y ratones escarban, airean y enriquecen el suelo. Además, diferentes microorganismos como algas, hongos y bacterias descomponen la materia orgánica en minerales que los árboles y las plantas necesitan para alimentarse”.

El grupo se internó en la selva y le pidió a Nikté, la orquídea, que los acompañara para ayudar a Pedro a descubrir el tesoro que hay en el suelo. Como ella se encarga de cuidar a la vegetación, comentó:

—El humus proporciona nutrientes que hacen que las plantas crezcamos más hermosas y saludables. La tierra orgánica aumenta la porosidad del suelo y permite que el agua y el aire circulen mejor, para que nuestras raíces crezcan robustas y nos enfermemos menos.

Poco a poco, Pedro se iba interesando más y preguntó:

—¿Cuáles son los nutrientes que necesitan las plantas?

—Necesitamos nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K), calcio (Ca), magnesio (Mg) y azufre (S), entre otros —contestó Nikté—. Si cualquiera de ellos nos falta, crecemos raquíticas. Por ejemplo, si tenemos suficiente nitrógeno, nuestras hojas estarán muy verdes; si nos falta, estarán amarillentas. Si tenemos fósforo en cantidad adecuada, nuestras raíces y tallos serán fuertes; si no, los tendremos débiles y nuestras hojas inferiores estarán rojizas. Con potasio seremos más resistentes a las enfermedades; pero, si nos falta, los bordes de nuestras hojas se verán como si estuvieran quemadas.

—¿Y cuáles nutrientes necesitamos las personas? —cuestionó Pedro.

—En tu cuerpo tienes casi los mismos minerales que forman el suelo —afirmó Koy—. Tus huesos contienen calcio y fósforo, en la sangre tienes hierro, el magnesio ayuda a que funcionen bien tus músculos y articulaciones. La carencia o el exceso de alguno de estos minerales puede causarte molestias y enfermedades como raquitismo, debilidad, osteoporosis, entre otras. Debido a que continuamente los eliminas en la transpiración (sudor), la orina, lágrimas y otras secreciones, debes restituirlos por medio de los alimentos. La leche y el queso son excelentes fuentes de calcio. El hígado y los huevos contienen hierro. El magnesio se encuentra en verduras, cereales y pescado.

—Si tomas alimentos con suficiente cantidad de minerales, serás más resistente a las enfermedades y conservarás tus facultades físicas y mentales cuando tengas edad avanzada —aconsejó Kan.

—Gracias al suelo, el hombre puede desarrollar la agricultura al cultivar frutas, verduras, cereales y demás alimentos —comentó Yum Kax—. El suelo es indispensable para realizar actividades como la ganadería, la silvicultura (cultivo y explotación racional de los bosques) y la minería (explotación de minas o yacimientos de minerales).

—A ver, Pedro —dijo Nikté—, ¿para qué otras cosas crees que nos sirve el suelo?

—Mmm, sobre el suelo pasamos casi todo el tiempo y realizamos la mayoría de nuestras actividades; nos transportamos de un lugar a otro, hacemos deporte, nos divertimos, jugamos, descansamos ¡o disfrutamos del paisaje, como ahora! —contestó Pedro.

—¡Ja, ja, ja! muy bien dicho, Pedro —dijo Yum Kax—. El hombre ha construido casas, edificios, industrias, carreteras, grandes ciudades y muchas otras obras de ingeniería no sólo sobre la tierra, sino también dentro de ella.

Ya era mediodía y todos tenían hambre. Entonces acordaron que cada quien iría por diferentes partes para recolectar algunos frutos y reunirse después para comer.

En eso, Pedro pasó por una mina abandonada que había por ahí y, sin medir las consecuencias de no llevar lámpara ni equipo adecuado, se internó con la idea de encontrar algunas piedras preciosas. Como estaba muy oscuro y húmedo, a los pocos metros resbaló y cayó dentro de otro túnel, se golpeó la cabeza y quedó inconsciente.

Yum Kax y los karakoes notaron su ausencia y comenzaron a buscarlo por todas partes. Afortunadamente, Sinik, la amiga hormiga y Lukum, la lombriz feliz, los ayudantes de Yum Kax en la tarea de airear el suelo, se dieron cuenta y les avisaron oportunamente. Y pronto Pedro fue rescatado.

Nikté le aplicó una cataplasma (masa medicinal espesa) de barro y hierbas que, en pocos minutos, curó totalmente sus heridas y logró levantarse con algo de dificultad. Pedro, muy apenado, agradeció que lo hubieran salvado y pidió disculpas por su comportamiento.

—Espero que este accidente te haya ayudado a reflexionar, Pedro —dijo Yum Kax—. Cada vez que el hombre desea obtener de la tierra más riquezas de las que necesita, padecerá las consecuencias.



¿Cómo es el suelo de las ciudades?
Suelo pobre, pobre suelo

Después de comer y esperar a que Pedro se recuperara un poco más, se dirigieron hacia una ciudad para buscar el tesoro. Durante el trayecto, Yum Kax prosiguió con su explicación:

—El hombre necesita vivir en sitios donde haya agua y pueda obtener sus alimentos. Por eso, la mayoría de los asentamientos humanos comenzaron sobre suelos fértiles. Con el paso del tiempo y el incremento de su población, las pequeñas comunidades se han convertido en ciudades. Sin una planeación adecuada, la mayoría de las ciudades ha crecido encima de los suelos más fértiles y los han empobrecido.

—¿Qué es el empobrecimiento del suelo? —preguntó Pedro, intrigado.

—Es cuando un suelo deja de ser fértil porque pierde mucha materia orgánica y mueren los organismos que liberan los nutrientes para las plantas —aclaró Nikté.

—¿Cómo compruebo si un suelo tiene materia orgánica? —preguntó Pedro.

—Vierte un poco de agua oxigenada (H2O2) en el suelo —dijo Kan—. Si hace burbujas, quiere decir que tiene materia orgánica; si no, el suelo es pobre en materia orgánica.

—¿Por qué se empobrece el suelo? —interrogó Pedro.

—En las ciudades, el asfalto de las calles y las construcciones de concreto cubren, sobrecalientan y no permiten respirar al suelo. La excesiva extracción de agua lo reseca y las aguas residuales de las casas y las industrias lo contaminan —respondió Kan.

—En el campo, el suelo se empobrece por compactación, erosión, monocultivo y deforestación —puntualizó Yum Kax.

”La compactación del suelo sucede cuando se tapan los huecos que hay entre sus partículas y mueren los organismos que viven ahí porque se quedan sin aire. Las prácticas que compactan al suelo son las quemas agrícolas, porque las cenizas tapan los espacios de aire que hay en la tierra; el sobrepastoreo, que es cuando muchos animales pastan en un terreno y hacen que la tierra se apriete; y el uso excesivo de maquinaria agrícola, que aplasta la tierra y las plantas ya no pueden crecer”.

—Es cierto —agregó Pedro—. ¡Me he fijado que en lugares donde se pisa seguido ya no crecen plantas!

—La erosión sucede cuando un suelo no está protegido por hierba, pasto o cualquier otra cubierta —continuó Yum Kax—. Entonces, la fuerza del viento o del agua remueve la capa de arriba, que es la que tiene más nutrientes, y así se va empobreciendo.

”El monocultivo es cuando se siembra un mismo tipo de planta en un terreno. Si siembras durante mucho tiempo maíz, el suelo se empobrece porque, al no sembrar otro tipo de planta, no le permites recuperar los nutrientes que alimentan al maíz.

”La deforestación es cuando se destruyen bosques y selvas para obtener madera, terreno para cultivos agrícolas y cría de ganado, construir ciudades y carreteras o por los incendios forestales, entre otras cosas. Este problema sucede, por ejemplo, cuando grupos de campesinos talan alguna región del bosque para cultivarla. Al poco tiempo, el suelo se empobrece por la práctica del monocultivo y los campesinos lo abandonan para buscar otros terrenos. Entonces, el suelo sirve como zona de pastoreo, donde los animales terminan con la poca vegetación que queda. Al no tener plantas, el suelo se erosiona y se convierte en desierto”.

—¿Cómo evitamos el empobrecimiento del suelo? —preguntó Pedro.

—Lo mejor es mantener su cubierta vegetal —explicó Yum Kax—. Las raíces de pastos y árboles se sujetan al suelo y lo retienen a la vez. Sus hojas, ramas y troncos amortiguan el viento y la lluvia, y evitan que arrastren el suelo hacia otros lugares. Además, el follaje de los árboles filtra los rayos solares y le permite al suelo conservar mejor la humedad. Por eso, un suelo arbolado es más fresco y fértil que uno desértico o uno de ciudad, que recibe demasiado calor por el concreto de las calles y edificios.

—Para que no se compacte, debemos evitar que el ganado lo pisotee mucho, no usar el tractor excesivamente y nunca quemar los residuos de las cosechas —comentó Kan.

—¡Y no cultivar siempre lo mismo para no agotarlo! —añadió Koy.

—Otra excelente manera de enriquecer el suelo es alimentarlo con abono orgánico, también llamado composta —dijo Yum Kax.

—¿Qué es la composta? —quiso saber Pedro.

—Es una mezcla que podemos hacer con todo tipo de restos vegetales (hojas, flores, varas, rastrojos), residuos de comida (cáscaras de fruta y verdura, cascarones de huevo, sobras de guisados) y excremento de animales para que hongos, bacterias, lombrices y demás organismos la descompongan y transformen en humus o tierra orgánica, que mejora la fertilidad del suelo —describió Yum Kax.

—Se complican mucho —dijo Pedro—. Si le agregamos un montón de fertilizantes químicos, ¡acabamos con el problema!

—El problema no es el suelo… —dijo muy serio Yum Kax.



¿Por qué se contamina el suelo?
Sin con-suelo

—Cada año, las actividades del hombre generan miles de toneladas de desechos industriales, radiactivos, sanitarios, agrícolas, domiciliarios y restos de materiales de construcción —dijo Yum Kax—. Algunos desechos son orgánicos, o sea, biodegradables, y pueden ser descompuestos por los microorganismos en poco tiempo. Pero la mayoría de residuos son inorgánicos, no biodegradables, tóxicos y durables.

”Los contaminantes no biodegradables provienen, en gran parte, de las industrias: algunas pilas contienen mercurio, el cual provoca disminución auditiva y visual, e incluso la muerte; muchas pinturas son fabricadas con plomo, un metal que daña al cerebro, hígado y riñones; los derrames de petróleo impermeabilizan el suelo y asfixian a los seres vivos que habitan ahí; el PVC (cloruro de polivinilo), un plástico usado en tenis, tarjetas de crédito y ciertos juguetes, desprende gases muy venenosos al incinerarse; el unicel (poliestireno), los pañales desechables y las toallas sanitarias tardan 500 años en degradarse”.

—¿Se usan sólo unas horas y tardan tanto en descomponerse? —reflexionó Pedro.

—Eso no es todo, en la agricultura se emplean fertilizantes, insecticidas y otros agroquímicos para producir mayor cantidad de cosechas, sin tomar en cuenta que intoxican los alimentos, el suelo y los mantos acuíferos, y a las plantas nos debilitan y exponen a plagas y enfermedades —argumentó Nikté.

—El DDT (diclorodifeniltricloroetano) es un insecticida muy tóxico que tarda mucho en degradarse y provoca cáncer —objetó Kan.

—Los riegos mal aplicados y el exceso de fertilizantes causan la salinización del suelo, con lo que las plantas perdemos nuestra capacidad de absorción —concluyó Nikté.

—Ya entendí por qué mi abuelita dice que las frutas y verduras ya no huelen como antes ni saben a nada —recordó Pedro.

—Por eso es preferible la agricultura que emplea sólo abonos orgánicos y protege el suelo, no lo destruye —afirmó Yum Kax—. La agricultura orgánica produce alimentos de origen vegetal (hortalizas, legumbres, frutas, café y demás) y animal (leche, carne, huevos, miel, entre otros, que provienen de animales alimentados con productos orgánicos). Su producción no daña al ambiente ni a los seres vivos. El consumo de alimentos orgánicos es más saludable y ayuda a muchos agricultores a enriquecer los suelos.

—Para generar electricidad o con fines bélicos, varios países emplean la energía nuclear, la cual genera residuos radiactivos que tardan miles de años en volverse estables y provocan cáncer y mutaciones (malformaciones y retraso mental en los hijos de las personas afectadas) —condenó Koy—. Accidentes graves de plantas nucleares como la de Chernobyl, Ucrania, en 1986, y pruebas nucleares de potencias militares como Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña, China e India, han dejado muchos lugares inhabitables por la radiación.

Como el ingenioso T’ot, el karakoe caracol que convierte lo usado en nuevo, estaba cerca de ahí, se unió al grupo y para ayudar a Pedro a tener una nueva conciencia, dijo:

—Actualmente, las personas compran muchos productos con envases, empaques o envolturas que se vuelven basura porque no sirven para nada. La basura es la mezcla de varios tipos de desperdicios que, por estar revueltos entre sí, se ensucian, maltratan y contaminan. Cada año, miles de toneladas de basura se arrojan en tiraderos a cielo abierto o en barrancas donde es común quemar la basura y verter gases venenosos al aire. También, cuando llueve, el agua arrastra muchas sustancias contaminantes al suelo y a los mantos acuíferos. Los tiraderos de basura producen olores repugnantes y afean el paisaje; atraen moscas, cucarachas y ratas; son fuente de enfermedades respiratorias, digestivas y de la piel.

—¿Cómo evitamos que nuestros desperdicios se conviertan en basura? —preguntó Pedro.

—Separándolos por tipos en forma limpia y ordenada —aclaró T’ot—. Estos objetos no dejan de ser desperdicios pero, al no estar revueltos, pueden reciclarse o reutilizarse. Por ejemplo, algunos frascos o envases de plástico se pueden emplear para guardar alimentos en el refrigerador. Pero recuerda que no debes reutilizar los envases de productos peligrosos como aerosoles, insecticidas o pilas.

”El control de la basura es una tarea que debemos hacer desde nuestro hogar. Para separar los desechos necesitamos un recipiente para cada tipo de desperdicio:
  • Materia orgánica: desperdicios de la cocina y el jardín.
  • Papel y cartón (limpio y seco): hojas sueltas, revistas, cuadernos, cajas, etcétera.
  • Vidrio (limpio y seco): botellas, frascos, vasos, etcétera.
  • Metal (limpio y seco): latas, papel aluminio, ganchos, cacerolas viejas, etcétera.
  • Plástico (limpio y seco): bolsas, envases, tapas, botes, etcétera.
  • Desechos varios (distintos de los demás): cerámica, pilas, hule, telas, brochas, etcétera.
  • Desechos sanitarios: jeringas, algodones, vendas y demás material usado que pueda ser infeccioso.

”Todos estos desperdicios pueden reciclarse, menos los desechos sanitarios, que deben ser incinerados (quemados). Para esto, debes llevarlos a los centros de acopio más cercanos a tu casa. También hay lugares donde te pueden comprar algunos tipos de desperdicio como cartón, aluminio o el PET (polietileno tereftalato) de los envases de refresco”.

—¿Qué es el reciclaje? —preguntó Pedro.

—Es cuando una materia se procesa para utilizarse de nuevo. Al reciclar fierro o vidrio, se funde para producir nuevos objetos con el mismo material —definió T’ot.

”El reciclaje, además de disminuir la basura, genera grandes ahorros y cuida los recursos naturales: si reciclamos una tonelada de papel, no se cortarán 15 árboles ni se utilizarán 28 mil litros de agua”.

—Si tarda miles de años en formarse y es tan importante para la vida, ¿cómo permitimos que le pase esto al suelo, si es un verdadero teso…? —exclamó Pedro, al tiempo de percatarse de que al fin había descubierto en el suelo un verdadero tesoro.

—¡Felicidades, Pedro! Estamos muy orgullosos de ti —dijeron Yum Kax y los karakoes.

—Gracias, Yum Kax y queridos amigos karakoes —exclamó Pedro, muy emocionado—. Sus ecolecciones me han hecho comprender que Lu’um, el suelo, es uno de nuestros más grandes tesoros. ¡Siempre ha estado bajo mis pies y no me había dado cuenta! ¿Qué puedo hacer para protegerlo?



¿Cómo cuidar el suelo?
Suelo estar feliz

Ya era tarde y Pedro les solicitó a Yum Kax y los karakoes que lo acompañaran a dejar la joya al lugar en donde la había encontrado. ¿Recuerdas que Pedro había aceptado devolver el colgante si le mostraban un tesoro más grande? Pues Pedro cumplió y de muy buena gana.

Todos esperaron con él al camión que lo llevaría a su casa. Ahí, los karakoes le obsequiaron un pequeño libro con muchas ecolecciones, el cual comenzó a leer poco después de abordar el autobús. Al final del libro aparecían los siguientes trece consejos para cuidar el suelo:

1. Cuida los árboles y las plantas para que protejan al suelo de la erosión y lo mantengan húmedo y fértil.

2. Emplea sólo detergentes biodegradables (sin fosfatos y nitratos) y evita el uso de limpiadores líquidos, enjuagues y blanqueadores, porque contaminan el agua y el suelo.

3. Evita el uso de pilas porque son muy contaminantes. Si necesitas usarlas, procura que sean recargables o, en su defecto, que no contengan mercurio.

4. Consume productos orgánicos, ya que saben y huelen más rico, no contienen sustancias tóxicas y no se contamina el suelo al producirlos. Puedes identificarlos porque tienen etiquetas que los certifican como orgánicos.

5. Lava muy bien frutas y verduras cultivadas con fertilizantes, pesticidas y demás agroquímicos, para eliminar posibles residuos tóxicos.

6. Utiliza las hojas de papel por ambos lados; emplea con moderación el papel higiénico, pañuelos desechables, servilletas, cuadernos y demás. Así desperdiciaremos menos y no se cortarán árboles para producir más papel.

7. Tira tus desperdicios en bolsas y botes de basura, nunca en la calle, desde el coche y mucho menos en el campo, ríos o barrancas.

8. Antes de desechar las cosas que no necesites (juguetes, ropa, zapatos, entre otros), considera si pueden ser útiles para otras personas. Así disminuiremos nuestros desperdicios y ayudaremos a los demás.

9. Evita el uso de artículos desechables (botellas, platos, vasos, cucharas y demás). Si necesitas usarlos, elige aquellos que tengan el símbolo de reciclable. Esto significa que, una vez desechados, se pueden reprocesar.

10. Cuando saques a pasear a tu perro, recoge sus excrementos en una bolsa y deposítala en el recipiente de los residuos sanitarios.

11. Nunca quemes la basura, mucho menos las hojas secas y ramas, pues sirven para fertilizar el suelo.

12. Promueve en tu hogar la separación de desperdicios (materia orgánica, papel, vidrio y demás) para que no se conviertan en basura. Recuerda que la mayoría puede venderse o regalarse en centros de acopio para ser reciclada.

13. Separa los residuos orgánicos que se generan en tu casa. Con ellos, aprende a elaborar composta para abonar tus propias plantas y mejorar la calidad del suelo.

Al llegar esa noche a su casa, Pedro les contó lo sucedido a sus padres y los convenció para que, a partir de la mañana siguiente, modificaran muchos hábitos en su hogar. Después fue a dormir a su cuarto, pues estaba rendido de cansancio por las peripecias de aquel día que sería inolvidable para él.

Por cierto, el libro que los karakoes le dieron a Pedro es el mismo que ahora estás leyendo. Seguramente también a ti te ayudará a valorar y cuidar ese fabuloso tesoro llamado Lu’um, el suelo.
¡Nos vemos en la próxima eco-aventura!